Autor: Fernando Alexis Jiménez
Germán Loaiza vende teléfonos celulares. Algo normal, lo curioso es que los comercializa en un pueblo en el que no entra la señal…
Tener un celular allí, significa tanto como cargar un trofeo sin valor o quizá, desplazarse de un lugar a otro con un pedazo de hierro que podríamos asegurar, formó parte del Titanic después que se hundió y se logró descubrir en qué lugar estaba la armazón.
Pero vende. Y bastante. Tiene tal poder de convicción que poco faltó para que le comprara uno. Lo conocí en Riofrío, provincia del Valle del Cauca, en Colombia. Es un pueblito de calles angostas, pavimentadas y con grandes caserones de madera con una arquitectura propia del sigo pasado. ¿Cómo convence a sus clientes? Les anuncia que la empresa patrocinadora está próxima a instalar una antena repetidora que permitirá captar la señal. De esta manera, asegura, en apartados lugares del campo no sufrirán por la falta de comunicación…
Sus palabras son elocuentes. Está convencido de las bondades del producto que ofrece. Pero ante todo, tiene visión y el optimismo que te permite ver oportunidades donde muchos consideran que sería imposible hacer algo…
Una visión optimista…
Pensar y mirar la vida diferente que los demás, siempre traerá problemas. Es ir contra la corriente. Decir que el amanecer es de un color alegre mientras que la opinión generalizada es que hay densos nubarrones y lo más probable es que lloverá, despertará críticas y burlas. No es fácil ser optimista en un mundo de personas derrotistas, que todo lo aprecian con el cristal del pesimismo…
Pero definitivamente los optimistas, aquellos que tienen fe, son los llamados a vencer. Representan esa generación que se levanta en victoria en una sociedad donde la derrota, la amargura y el sinsentido de la existencia es lo que prevalecen.
Un incidente muy conocido…
En la antigüedad doce espías tuvieron una misión importante. Ir a reconocer el territorio del cual tomarían posesión. Iban con expectativas. Pero una vez llegaron al lugar, la visión y entusiasmo inicial, cambiaron. Y regresaron donde Moisés, quien les había enviado. El informe de cada uno de ellos era particular y evidenciaba cómo veían las cosas.
Diez de ellos dijeron: “No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Ya hablaron mal entre los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gentiles, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos” (Números 13:31-33).
Una visión pobre de la vida. Una autoestima baja. Una concepción derrotista. Tres actitudes que representaban la mayoría de las opiniones. Eran diez de doce espías diciendo que era imposible. Viendo los problemas y no las soluciones. Dimensionando las dificultades y no sus capacidades para superarlas. Además olvidaban que tenían de su parte al Dios del universo, y ese sólo hecho les convertía en ganadores…
Ahora, no todo podía ser derrota. Dos de ellos tenían una forma diferente de apreciar las cosas. “Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos” (versículo 30).
Vencer depende en gran medida de nuestra actitud frente a la vida y por supuesto, frente a los problemas. Allí estriba la diferencia entre los ganadores y los perdedores…
El optimismo se contagia…
Si pudiésemos contagiar más personas con la fe, con la esperanza de que con la ayuda de Dios las cosas serán diferentes y que, así nos corresponda arar en el desierto cosecharemos mejores productos que nuestros amigos y conocidos, el mundo sería diferente.
Habría menos fracasados. El número de frustrados sería menor. Las caras de desánimo no abundarían. Los rostros alegres serían mucho más comunes de lo que vemos hoy día…
¿Cómo cambiar nuestra actitud frente a la vida? Primero, pidiendo a Dios que transforme nuestra existencia y nuestra forma de apreciar las cosas. Que nos libere de la predisposición para el fracaso y esa visión que tenemos de creer que no podemos hacer las cosas. Que somos incapaces…
El paso que debe dar, de entrada, le invito para que lo de ahora mismo. Invite a Jesucristo a su corazón. Dígale: “Señor Jesucristo, reconozco que mi vida necesita un cambio. Te pido que entres a mi corazón y hagas de mi la persona que tú quieres que sea. Ayúdame a crecer espiritual y materialmente, y dejar de lado toda inclinación al fracaso”. Amén. Ahora, yo espero que esta oración la haga como la sienta en su corazón, con sus propias palabras.
A partir de entonces, siempre que inicie un proyecto, sométalo a la voluntad de Dios. Puedo asegurarle que a la par que crece su vida espiritual, crecerán sus sueños y realizaciones…
Si tiene alguna duda, inquietud, sugerencia o petición de oración, escríbame:
fernando@adorador.com
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